Desde que llegué a Europa he aprendido que la vida se reduce a pequeños momentos, momentos tristes, alegres, de mucha responsabilidad y también de poca, momentos en los cuales saco una fuerza no conocida por mi antes y momentos en los que desearía no haber nacido, pero que de una u otra manera ha llegado a mi, algunos haciendome daño y otros ayudandome a seguir adelante.
Desde hace un buen tiempo, estoy viendo como dentro de mi ha cambiado la perspectiva que tenía de las cosas, es decir, antes tomaba las cosas tan fuertes y de una manera personal que me hacía daño innecesariamente y cuando tenía problemas me los tragaba y no contaba nada (creyendo que eso me ayudaría mucho, cuando era todo lo contrario), no permitía que nadie se enterara de mis cosas y siempre me mostraba sonriente aunque por dentro estuviera triste y sin ganas de nada.
Pero mira que bien, he estado aprendiendo (y lo hago muy bien, día a día) que las cosas cuando se dicen del alma, salen de una manera tan bonita y sincera y sobre todo cuando se cuenta con bellas personas a tu alrededor, la cosa se simplifica y se vuelve mejor.
He contado con la suerte de tener a mi alrededor, personas gratas y agradables que me han enseñado muchas cosas y me han mostrado lo bello y esencial de la vida, además de enseñarme que siempre tendré unas orejas que me escucharán y unos hombros en los cuales me apoyaré y lloraré cuando sea necesario (aunque espero que no), pero sé que estarán allí cuando los necesite.
Gracias a todos aquellos que me han ayudado a lo largo de mi estadía en este continente, agradezco lo bueno que me ofrecen y lo bien que me hacen sentir día a día...
Ahora entiendo cuando me decían que nunca es tarde para aprender y que día a día se aprende algo nuevo de cada persona que se cruza en nuestro camino y mucha razón tenían.
